Acoso de brocha fina
"Se non o dicimos por ti, se non o escrebemos por ti, Aída, que sensible eres.
Que importante te cres.
Isto que che facemos os nenos, chámase acoso de brocha fina".
Que importante te cres.
Isto que che facemos os nenos, chámase acoso de brocha fina".
Xaneiro 2016
El periódico
Por Guillen Sánchez
Estamos
en una clase de primero de Bachillerato. La profesora, con el libro
abierto, se abre paso en un pasillo entre pupitres, asediado por
mochilas y piernas de adolescentes: “…estos primeros carruajes
tirados por caballos…”. En cuanto pronuncia esta última
palabra, caballos, unas carcajadas resuenan en el
aula. Y cuando se desvanecen, persiste una sonrisa cómplice debajo
de muchas narices. Pero hay una alumna que en lugar de reír agacha
la cabeza. Aparentemente no ha ocurrido nada, solo aparentemente.
Aïda acaba de recibir otro dardo envenenado mientras trataba de
tomar sus apuntes. Así de sibilino y cobarde puede
ser el acoso escolar
que sufren muchos alumnos.
Sin golpes, sin insultos gruesos: el acoso de baja intensidad pero igualmente doloroso.
Durante
los dos años de Bachillerato, Aïda coincidió
en clase con un pelotón de hostigadoras que no se cansaron de
acosarla. Estaban de acuerdo en que ella no les gustaba y se
coordinaron para modular la intensidad de un tormento que,
sin episodios físicamente
violentos o dramáticos,
la fue desgastando.
Aída
Ella es esbelta y coqueta. No se cansa de jugar con una melena negra y ondulada que le cae hasta casi la cintura. Su forma de ser incomodaba a cuatro chicas del instituto Mare de Déu de l'Assumpció, en Badalona, que la bautizaron con varios apodos: “Caracaballo”, “Pelopony” y “modelo posturetis”.
Cuenta
cómo se creó su grupo de acosadoras. Tres de ellas habían sido en
el pasado sus amigas íntimas, “las mejores”. Pero un
“malentendido” hizo que se alejaran de Aïda. Trató de
"arreglarlo" hablando con ellas, pero no funcionó. Ahora
está segura de que aquel “malentendido” en realidad fue la
excusa que exteriorizó otro motivo por el cual sintieron la
necesidad de aislarla: “Me tenían envidia”.
Con un banda que había sumado a sus tres examigas, comenzó
el 'bullying'.
"A veces no les hacía falta ni nombrarme"
"A veces no les hacía falta ni nombrarme"
"Hubo dos episodios en que la violencia abandonó el plano tangencial para atacar de frente. En el primero la llamaron “guarra” y en el segundo la empujaron tras soltarle: “me das asco”. Los profesores lo resolvieron con dos mediaciones. “Actuaron muy bien”, les defiende, “pero no sirvió de nada”. En ambos casos, “el centro acabó abriendo un expediente por 'bullying”.
Aïda
cursa ahora Educación Primaria en la Universitat Autónoma de
Barcelona (UAB). Promete que estará especialmente pendiente de que
en su clase no se den acorralamientos
subrepticios como
el que vivió ella en el instituto. No han dejado "secuelas"
en su "autoestima". Pero bastan para convertir la
clase en un sitio
hostil al
que se entra cada día más pendiente de no salir herido que
de aprender.
Las
dudas que siembran estos maltratadores apuran incluso más a
los padres
del acosado.
Sin una evidencia que atestigüe que existe el 'bullying', intervenir
“es complicado porque no sabes si vas ayudar o a empeorar las
cosas”. Miquel, el padre de Aïda, optó “por quitarle
hierro al asunto”. “Yo intentaba que se centrara en los estudios
y que llegara a la universidad cuanto antes”. Pero al terminar en
el instituto, las redes
sociales permitieron
a sus acosadoras alcanzarla en su nueva vida.
Aïda
los bloqueó en Whatsapp y
en Facebook.
Pero los dardos –virtuales- siguieron llegando. Tan tangenciales
como los verbales. Por ejemplo, comentando una fotografía de Aïda
con sus amigas. En un diálogo público, aparece el primer
comentario: “La pelopony”. Un chico se interesa por el apodo
“¿Por qué Pelopony? ¿Parece un caballo?”. Respuesta: “mmm si
caballo bullin… mmmm CABALLOOOOO supermodelo”.
Si
hoy sale a cara descubierta en EL PERIÓDICO es porque "una
gota ha colmado el vaso". Este jueves, una de sus
acosadoras le ha escrito a otra en Facebook: "Me hacen
bullying pero voy d modelo posturetis feliz por la vida". Y
debajo de esta frase ha colgado la
carta de despedida del niño de 11 años que
se quitó la vida el pasado mes de octubre en Madrid.
"No
se pueden reir del bullying y menos a través de este niño.
Esto no es normal y quiero decirles a todas las víctimas
que tienen que contar qué está pasando".
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