Los testigos mudos del acoso
Foto de Paco Rodríguez para La Voz de Galicia
Publicada el 9 de junio de 2017 en La Voz de Galicia
Lo peor es que impere la
ley del silencio. Mirar hacia otro lado, callarse intentando que
desaparezca. Porque no desaparece. El acoso moral no desaparece si no se le
hace frente. Y hacerle frente no es fácil. Es una tarea hercúlea, de una
valentía inmensa y en la que toda ayuda es bienvenida. A esa lucha se
unió ayer el Colexio de Psicoloxía de Galicia, que presentó una pequeña gran guía para que las familias sepan cómo actuar.
Lo primero es identificar qué es acoso. Una riña, un
malentendido puntual, aunque desagradables, forman parte de la
convivencia. Otra cosa es que haya intención de hacer daño, que se dé un
desequilibrio de poder entre acosador y acosado y que la conducta sea
reiterada. Entonces sí. Entonces hay acoso. Verbal, físico, social,
psicológico y quizá el más cruel, el que nunca acaba: el acoso a través
de las redes sociales.
¿Cómo se detecta? Las señales son múltiples, pero no es una
ecuación matemática. Pueden darse todos los indicadores. Puede no darse
ninguno. Puede que solo aparezcan algunos. Que de repente pierda el
apetito. O que no quiera participar en excursiones, cumpleaños o fiestas
escolares. Que los lunes le duela la cabeza, o el estómago. Que no
quiera ir a clase. Que se vuelva agresivo en casa. Que un niño alegre de
repente esté siempre triste. O que deje de contar las cosas que le
pasan. Ante la duda, ante un cambio de comportamiento, lo mejor es
acudir al orientador del centro. Y cortar de raíz lo que podría llegar a
convertirse en un grave problema.
Y un día, la palabra emerge: acoso. Y con ella, la rabia, la
indignación, la impotencia. Contra el acosador, contra el centro
escolar y hasta contra la otra familia. Es normal. La primera batalla es
interna: lidiar con los propios sentimientos para no agravar el
problema. Que haya un clima de confianza. Que el pequeño sepa que lo
apoyan emocionalmente. Y escuchar el relato. Sin juzgar. Sin
culpabilizar. Sin restarle importancia. Que sepa cuáles son las personas
de confianza en el colegio e instituto. Y cómo hay que usar el
ordenador y las redes sociales. Guardar el móvil por las noches, porque
el ciberacoso, tristemente, no descansa. E informar al centro, que tiene
que investigar, asesorar y poner en marcha el protocolo contra el acoso
de ser necesario.
¿Y si la familia descubre que su hijo es el que acosa?
Primero, asumirlo. No, no son malos padres. Después hay que dejar claro
que esa actitud es intolerable y que tiene consecuencias. Procurar que
empatice, que se ponga en el lugar de la víctima. Y, sobre todo,
prestarle ayuda. Porque, sí, él también tiene problemas.
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