Un poema

Un día te entregué un poema, ya tu no estabas. Te habías ido como muchos otros a ese lugar que algunos quieren creer hermoso y por eso le llaman cielo. No nació de la melancolía ni del pasatiempo de un día de ocio, ni de la tristeza o la bienvenida de otros a la vida. En el recuerdo había muchas mujeres y también muchos hombres, había ser humano. ¿ Qué dirían los poetas y escritores de verdad si un día despertaran y leyeran las barbaridades que hacen algunos sobre sus creaciones, utilizando un término bastante cursilón?. Algunos, unos pocos, asentirían, otros, los más, preferirían volver a dejar caer la cabeza sobre la almohada y continuar durmiendo, renunciarían a convertirse en fantasmas que reclaman su lugar en el mundo de los vivos para explicar sus razones. 




Te recuerdo serena, sin rencores, sabiéndote herida, con tu figura  maltrecha hablándonos de tus cicatrices. El dolor sin espinas, erguido, sin ruido. Lo habías dejado al otro lado, en ese rincón del alma o como se llame ese lugar en el que guardan las penas, los dolores y las alegrías íntimas, con llave y un buen candado, para que nadie tuviese la tentación de ensuciar aquello que solo era tuyo. Lo hacías a conciencia, con la sabiduría de los que han conocido la miseria humana, lo más abyecto, lo más vil de esa bestia que se transforma en un gran pájaro que se esconde entre  algodones de rimas y leyendas.    

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